(Extracto del artículo de "El País Semanal" del 27/04/2008. Autor: Francesc Miralles.)
En el libro “Mal de alturas”, el alpinista y escritor Jon Krakauer explica la importancia de elegir bien a los “compañeros de cuerda” antes de una ascensión, ya que el temor o irresponsabilidad de uno de ellos puede arrastrar al resto hacia el abismo.
Algo parecido sucede con los acompañantes que nos procuramos para la gran aventura de la vida. No podemos elegir a nuestra familia, pero sí a los miembros de una expedición personal que estará llena de sorpresas y riesgos. Más allá del propio talento y ambición, nuestro éxito o fracaso dependerá en buena parte de las personas a las que nos atemos.
Reformulando el dicho popular “Dime con quién vas y te diré quién eres”, se puede afirmar: “Dime con quién vas y te diré hasta dónde llegarás”, ya que nuestro círculo de amistades y colaboradores puede impulsar nuestros proyectos de vida o bien suponer un freno. Así como los amigos empáticos y entusiastas nos pueden salvar de un naufragio personal, rodearnos de personas tóxicas bloquea nuestra energía creativa y nos contagia su mismo estado de ánimo negativo.
Los vampiros energéticos. Todo el mundo sabe que existen, pero no siempre les concedemos la importancia que tienen en nuestro pulso emocional. Este tipo de vampiros no pueblan la noche, sino las mañanas grises de la oficina o los domingos por la tarde. No chupan nuestra sangre, pero sí las ilusiones que se encargan hábilmente de desactivar. Y ni siquiera son conscientes de ello, ya que creen sinceramente que nos están ayudando.
Podemos definir al vampiro energético como aquella persona en la que predominan los estados mentales negativos a los que, sin darse cuenta, trata de arrastrar a los demás. Algunas pistas para desenmascararlos:
a) Son personas muy solícitas y de entrada extremadamente amables. Ante cualquier adversidad, serán los primeros en llamar para interesarse por nuestros problemas, aunque luego es raro que los escuchen.
b) A la primera ocasión exponen su drama personal, que monopolizará la conversación durante el contacto.
c) Si les contamos cualquier proyecto ilusionante, expondrán argumentos para que no lo llevemos a cabo, ya que el vampiro energético se compara constantemente con los demás y no quiere que su víctima le aventaje en ningún ámbito.
d) Tienden a censurar y culpar a personas de su entorno inmediato, actitud que muy probablemente tienen con nosotros mismos cuando frecuentan otras compañías.
e) Aunque no contactemos nunca con ellos, no se darán por aludidos e insistirán en fijar nuevas citas, ya que se mueven en un círculo social reducido.
f) El signo más universal de que hemos estado con un vampiro energético: una vez concluido el contacto, nos sentimos enormemente fatigados y con el ánimo bajo.
En el polo opuesto de las relaciones tóxicas, tenemos las amistades que se sustentan en la admiración mutua, la igualdad y la complicidad. Merece la pena tenerlo en cuenta al escoger nuestros compañeros de cuerda y al caminar junto a ellos por las cuestas de la existencia.