martes, 30 de enero de 2007

Esfera, Solaris y Alien

Teníamos el corazón en un puño, pero respirábamos con cierto alivio. Por fin lo habíamos contenido en uno de los muelles de carga. Sabíamos que no sería por mucho tiempo, pero quizás lo suficiente hasta que el equipo de rescate llegara…o quizá no…

Mirábamos la pantalla del monitor fijamente, siguiendo cada uno de sus movimientos. Poco tardó en localizar la cámara y destruirla de un coletazo, pero aún así, seguíamos mirando a la pantalla, como si fuera a volver a darnos imágenes.

El precio había sido alto, 7 habían muerto a manos de ese cabronazo; solo quedábamos 3. Pero ahora no podíamos preocuparnos de eso, no podíamos llorar a los muertos, ya que Neri, nuestra psicóloga, la que velaba por nuestra salud mental en aquella jaula, tenía una herida abierta en el brazo, que yo intentaba taponar con gasas como buenamente podía.

Pasamos de la sala de control principal al habitáculo del comedor. Una sala aséptica y desordenada, cual campo de batalla, de acero y aluminio, que incrementaba aún más la sensación de frío. Todos los sistemas de soporte vital estaban fallando; cada vez más. La base submarina estaba dirigiéndose hacia un punto de no retorno, camino a la destrucción en las gélidas aguas. Con la devastación de la estructura acabaríamos con la criatura. Al menos esa era la idea. El resto de intentos para aniquilarla no habían resultado…

Estaba cogiendo algunos víveres, cuando, de repente, oí un golpe seco. Me giré, era Anthony (el encargado de mantenimiento) que había dejado caer el vaso y miraba con los ojos desencajados hacia la escalera. Cuando miré hacia allá, no daba crédito. Eran nuestros compañeros muertos, sin heridas de ningún tipo, con las ropas en perfecto estado, desorientados; pero…¿vivos?

-No puede ser- dijo Neri balbuceando– estamos sufriendo algún tipo de alucinación post-traumática, o ese capullo ha soltado alguna sustancia alucinógena en el aire.

El capitán se acercó y dijo: -Si os vais realmente moriremos. Tenemos que ir con vosotros o nos perderéis para siempre.

-¿Queeeeé?- contesté – de que coño me hablas, ¡estás MUERTO!. Yo vi como te mataba. A ti y a los demás.

-¡VÁMONOS YA! – gritó Anthony –ESTO NO ESTÁ PASANDO. Neri tiene razón. A la mierda el equipo de rescate. ¡Y a la MIERDA el protocolo de evacuación!. Cojamos la lanzadera YAAAAAA.
Y eso hicimos.

Quizá fue pánico a la bestia, o a ellos, o a nosotros mismos, a nuestras acciones. Salimos de aquel infierno. Les abandonamos, sin saber si eran reales. Sin investigar ese extraño fenómeno.

Lo siguiente que recuerdo al abrir los ojos, era un inmenso dolor. La enfermera dijo:

-Pchsssss, ya pasó. Los tres estáis bien. Pero…entre tú y yo. ¿Qué diablos pasó allí abajo?. No ha quedado nada. La que os va a caer.

-Puesssss…ahora que lo dices…no me acuerdo…solo sé que me duele.

-Tranquila, es por la descompresión.

-No. Es algo intangible…una sensación horrible. Algo hicimos mal y no recuerdo que fue.

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