Iba a prepararme una ensalada. Y entre las hojas de lechuga, apareció un caracol.
Dejé una hoja entera para él solo y le observaba mientras dejaba su característico rastro de baba; yo comía mi ensalada. Una vez que hube acabado, le hice unas cuantas fotos en posición macro y jugué un rato con él.
Al final, me calzé, cogí las llaves de casa y le dejé en el parque más cercano.
Fin de la historia.
3 comentarios:
Siempre me han gustado los caracoles, me encanta ver como sacan los cuernillos, los grandes y los pequeños que parecen barbitas ^^.
Muy bien, si señora, muy bien. Seguro que la babeante criatura te agradeció enormemente que la dejaras en el parque.
¡Queremos fotos del caracol, o más relatos de monstruos!
¡1 saludo!
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