Cuando vas a unos conocidos centros comerciales porque se supone que tienen cierta diversidad y calidad (y te cobran por ello...), uno piensa que algo encontrará. En este caso, se trataba de comprar un libro para un regalo de cumpleaños. Simplemente un detalle; nada demasiado especializado.
Voy a la sección en cuestión y empiezo a mirar por la primera balda, con tranquilidad; me entretengo en los títulos. Ciertamente hay variedad. Lo típico: ojeas uno y otro...vaya; nada de lo que yo busco.
Siguiente balda, ídem. ¡No puede ser!, algo tendrá que haber. Tienen de todo, menos ese tema en concreto, imposible.
Tercera y última balda. No hay ni siquiera un solo ejemplar.
Pregunto a una de las chicas responsables de librería. No aportan demasiada luz a la cuestión.
Ya estaba a punto de irme a otra sección, cuando me percato que hay varios libros con el lomo mirando hacia la pared. Buahh, ni de coña va a dar la casualidad...cojo uno, interesante; lo ojeo otro poco. Lo coloco esta vez en posición correcta. Cojo otro, nada. Y mientras coloco este último, veo uno pequeñito, arrinconado entre dos manuales infumables. Lo cojo y ¡bingo!.
Pequeño, práctico y barato. Así da gusto comprar.
martes, 8 de enero de 2008
Una aguja en un pajar
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